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Historia

En las frías noches de los Andes ecuatorianos, cuando el viento susurra entre los árboles y la luna ilumina los caminos vacíos, el Tintín acecha. Su risa suave y su llanto desconsolado flotan en el aire, atrayendo a los curiosos que deambulan por las montañas.

Se dice que quienes lo escuchan sienten una necesidad irresistible de buscar al niño. No es más que una criatura indefensa, o eso parece. Pero aquellos que lo siguen nunca encuentran a un bebé, sino a un ser pequeño, con ojos vacíos y una sonrisa siniestra. El Tintín se oculta en los rincones más oscuros del bosque, y una vez que alguien cae en su trampa, los caminos familiares se tornan extraños, las voces de los conocidos se vuelven distantes, y el tiempo parece detenerse.

Las personas que han sido capturadas por el Tintín desaparecen por días, semanas, o para siempre. Los pocos que logran regresar cuentan la misma historia: un ser pequeño que juega con sus mentes, dejándolos vagar perdidos en una pesadilla interminable.

Se dice que la única manera de evitar el destino fatal es ignorar las risas y llantos del Tintín, resistiendo la tentación de buscar al «niño perdido».